| PUNTO DE LIBRO - Miscelánea     | 
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    Comentarios:   Emmain 
  Coordinación:Asunción López  | 
    La vigencia a través de los siglos y las fronteras      | 
  
 

  
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    Permitidme que os recomiende un libro breve de una editorial con vocación pedagógica. Ediciones Mestas propone, de modo asequible, grandes textos que conforman el poso cultural de cualquier persona mínimamente inquieta. Los jóvenes pueden recibir el apoyo de unos volúmenes intensos y a la vez económicos, pero no sólo ellos deberían disfrutar de esos prodigios que soportan con excelencia el paso de los años. Me gusta especialmente la Colección Nuevos Horizontes, y en esta ocasión quiero que os regaléis un libro de Confucio. Todos hemos oído alguna de sus máximas aunque sea salida del interior de una galleta china de la fortuna.       | 
  
  
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Desgraciadamente de la sabiduría de este  trascendental personaje de la cultura china conservamos muy poco. La mayoría no  somos como esa aspirante a reina de la belleza que al ser preguntada por el  sabio oriental contestó que era el fundador de la Confusión, pero no  sabemos mucho más. Bromas aparte, Confucio fue un hombre recto –algunos le  reducen a un moralista– que luchó denodadamente por señalar unos valores  perennes que estructuraran una sociedad que estaba en decadencia. Si desde hace  décadas los occidentales contemporáneos nos lamentamos de la falta de valores  de nuestra sociedad, eso ya era motivo de desazón en el siglo v antes de Cristo. La capacidad del  ‘‘Maestro Kong’’ para observar sólo era superada por su capacidad para  sintetizar contundentemente verdades inmensas que han prevalecido a lo largo de  los siglos como máximas. De absoluta vigencia y muy enraizada con la difusión  de un ética universal, Confucio es ese puente estrecho y firme que nos puede  llevar al lado de la virtud. El maestro se lamentaba: 
‘‘¡Qué desgracia que el  camino de la virtud no sea el más frecuentado!’’. Al mismo tiempo nos va  dejando las marcas para reseguir el buen sendero.
En este pequeño pero denso y profundo libro, ‘‘El  centro invariable’’, se nos revela que el centro es ‘‘el recto camino del  universo, la invariabilidad es su razón fija (…) aquí se contiene la regla del  corazón’’. Podríamos decir también que es un manual iniciático, una guía hacia  la perfección. Estéis o no en la búsqueda en la aspiración de la perfección, os  recomendamos que os dejéis descolocar, admiréis y sorprendáis por este pequeño  gran libro. XXXIII capítulos en 66 páginas llenos de perlas como ‘‘Entre los  hombres no hay ninguno que no beba ni coma, muy pocos saben discernir los  sabores’’ o ‘‘… la virtud del sabio gusta de estar oculta aunque aflore cada  día…’’.
Como reza en la contraportada: 
 
 
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  ‘‘Hung-Yung, nombre chino de  El Centro Invariable, es uno de los cuatro libros famosos atribuidos a  Confucio. La presente versión castellana está realizada sobre la escrupulosa  traducción hecha directamente del original por el eminente chinólogo francés  Albert Remusat (1788-1829). En el año 213 antes de Cristo hubo en China una  quema de libros similar a la que, posteriormente, acabó con la mayor parte de la Biblioteca de  Alejandría. Sólo se salvaron de la quema los libros de medicina, astrología y  horticultura. Este texto, como muchos otros, fue reconstituido unos cuantos  años después por letrados que lo habían aprendido de memoria. A las posibles  interpolaciones que pudiera suscitar esta reconstrucción, hay que agregar la  pérdida de sentido originada por la considerable simplificación a la que fueron  sometidos los ideogramas chinos en ese tiempo’’.  |