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HEMEROTECA- Tomo II
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SEPTIEMBRE 1974 – Año III – Núm. 22

 

HERMETISMO

¡EL LABERINTO HERMETICO!

 
 

INTIMAMENTE UNIDOS AL PLANO DE LO DIVINO

Escogemos hoy como trabajo de meditación, para los lectores adictos a estas líneas, un fragmento ya clásico que ha servido de guía a muchos interesados al tema en sus pasos iniciales por el ‘‘Laberinto Hermético’’. Pertenece a la línea del Grupo Esotérico Independiente francés:
‘‘El adepto iniciado en las realidades invisibles que le relacionan y solidarizan con el universo, instruido del poder consustancial al verbo de su imperecedera entidad psíquica, consciente de su triple receptividad, se siente necesariamente invadido del deseo de obtener la inspiración, la impulsión, el apoyo de la esfera espiritual. Sus pensamientos de profunda veneración le orientan hacia tal esfera y, sin saber cómo, le integran en ella, durante sus acostumbradas meditaciones. Y expresa su deseo de ayuda: reza.
En su oración solicita que la insuficiencia de sus luces sea compensada por la luz del Altísimo; ruega que se le ilumine sobre la conveniencia de sus intenciones, y para que se vivifiquen en sí mismo las potencialidades que sustentan su esfuerzo hacia la rectitud que le hará merecedor de la ayuda providente.
El día en que la necesidad de la plegaria se haga evidente para su espíritu, habrá dado un gran paso en el camino de la magia. Por supuesto, la eficacia de la oración, .a instantaneidad de esta eficiencia y su conformidad con las intenciones de cada uno, son proporcionales a su propio grado de evolución individual. El cielo responde más frecuentemente a los santos y a los teúrgos con el cumplimiento inmediato de sus intenciones porque los supuestos éticos en los que se apoyan están íntimamente unidos al plano de lo divino.
La mayor parte de nosotros, mucho más alejados de semejante altura, no podríamos esperar del Altísimo ninguna respuesta providencial, ya que no poseemos el menor grado de categoría espiritual. De aquí que la mayoría de las plegarias ardientes y legítimas no se realicen, aunque su utilidad, si bien desviadas en un sentido casi siempre oscuro, sea absolutamente segura. Si todos pudiésemos conocer el número y la gravedad de los peligros a que hemos estado expuestos por aquellas de nuestras plegarias cuyo objeto no era nada satisfactorio, la más indecible confusión seguiría a la duda.
Por otra parte, solicitar tal favor, de hecho es formular una voluntad que renuncia por sí misma a la protección del Todo Poder si no va acompañada de una formal subordinación a la justicia. La eficacia de este último modo de plegaria depende de su ardor y de su insistencia. Es, en una palabra, un acto de voluntad, una modalidad de reacción psicósmica que deja al hombre a merced de los recursos de su propio juicio como la conveniencia de su intención.
Cuando un positivista cuya superconsciencia dormita o incluso sufre, por la fuerza de la educación, un sonambulismo temporal, no ruega, su castigo no va más allá de ciertos graves, sí, pero rectificables errores. Su desconocimiento de lo invisible restringe el alcance de la luz que se inflige. Pero cuando el sentido de las realidades ocultas se ha despertado y se quiere hacer uso de él ciegamente, o sea, sin subordinación al Verbo Universal, es una locura porque el más sutil debe prever la eventual desaparición de sus medios de discernimiento y solicitar la ayuda del Espíritu de sabiduría, dispensador de las inspiraciones rectificadoras. Tanto si se persigue por medio de las facultades y poderes estudiados en Ocultismo, el Conocimiento abstracto, o bien la Realización de una serie de obras, es esencial religarse, mediante el recogimiento piadoso, con la fuente de toda verdad.
En los diversos sistemas de magia comprobamos también que la invocación precede a le evocación o a la conjuración, entendiendo por invocación la hecha a Dios o, en su nombre, a las Esencias que le representan.
Más allá de lo tangible humano se hallan los Espíritus, la Inteligencia y la Potencia cuya ininterrumpida cadena contiene en sí todos los grados intermedios entre la hominidad y el Incognoscible Absoluto. Rigen cada una de las múltiples esferas de Energía que mueven el cosmos o participan en esta gestión. El Teúrgo las exhorta en nombre del Altísimo. El mago las evoca o las conjura. El brujo las invoca.


 

LA RECTITUD SE OPONE A LA SUBVENCION

Así como a la Rectitud se opone la subvención y a la voluntad humana se añade la auxiliaridad animal, las regiones inferiores de lo invisible se pueblan de desorganizadores deliberados, agentes del mal que hay que combatir y espíritus secundarios siervos del que los apresa y déspotas de quien por ellos se deja encadenar. El mago o el brujo negro convierte en víctima de unos y de otros para dejarles que actúen en él como intérpretes de su mediación. No sólo con prácticas horribles abre su aura a su invasión, sino que usa de fórmulas de llamada que incluso, en cierto modo, son plegarias, oraciones al revés que le hunden más y más hacia la regresión.
Todos los ritos, desde la oración de un asceta hasta las complicadas extravagancias del grimorio propenden a facilitar la relación con los invisibles medianeros en los procesos cósmicos o a una gestión directa cerca de las energías que condicionan tales procesos. La magia no pretende, pues, en absoluto contrariar las leyes o el fenomenismo natural, sino que trata de alcanzar el control de las primeras para gobernar al segundo.
Según estos supuestos generales, se proponen cuatro direcciones al que quiere actuar sobre las causalidades ocultas y cada una de ellas origina un sistema de magia. De hecho, si parece que a través de los pueblos y las edades se ha concebido el arte mágico de muchas maneras diferentes, ello es debido a que nuestros cuatro sistemas han dado lugar a múltiples adaptaciones, a mezclas muy variadas, pero cuyos elementos se agrupan en definitiva así:
1.º Acción directa sobre el astral terrestre y sobre todo lo que en él se mueve: elementales (espíritus de los elementos), lemures, larvas, etc., auxiliares o antagonistas eventuales de la voluntad humana. Es de cualquier manera una ‘‘magia hiperfísica’’ cuyos procedimientos exaltan el doble sideral individual hasta situar al experimentador en un estado de médium a la vez receptivo e irradiante. En razón de las modificaciones periódicas sufridas por el astral terrestre en el curso de las diversas fases solares o lunares, la magia hiperfísica exige para sus operaciones ciertos momentos de rotación de los días, de la revolución anual de la lunación. Permite afectar, por la sola mediación del plano astral y de sus habitantes, a los vegetales, a los animales y a los seres humanos, a estos últimos tanto más eficazmente cuanto más débiles sean física, psíquica y moralmente;
2.º Acción sobre los dinamismos planetarios y sus rectores los Espíritus de los siete planetas. Como ya hemos visto, a los movimientos de los siete cuerpos estelares, comprenden los siete procesos generales y siete clases de manifestaciones observables en la tierra. Del influjo saturniano, por ejemplo, proceden tales minerales, tales vegetales, tales animales, determinados tipos humanos, unas formas, propiedades, características fisiológicas, fenómenos físicos y eventualidades concretas, etcétera. La ‘‘Magia planetaria’’ establece la relación entre el operador, el dinamismo que desea utilizar y las entidades que rigen tal dinamismo. Para ello esta técnica utiliza un ritual basado en la conexidad del influjo de cada cuerpo celeste con sus correspondientes terrestres y sobre los momentos en que este influjo predomina:
3.º La ‘‘Magia Angélica’’ accesible sólo a los grandes iniciados capaces de corresponderse conscientemente con la esfera cósmica, rectora de la precedente, o sea con las Altas Inteligencias directamente auxiliares del Ser Supremo, y que según los cálculos tradicionales son 2. El Mago se convierte así en un poder que participa de la armonía universal. Este fue el tipo de Magia practicada por los Rosacruz cuyos rituales –estrictamente individuales– sólo podían ser transmitidos por un maestro y sólo a un discípulo:
4.º ‘‘Magia divina’’ para cuyo ejercicio basta únicamente la llamada de Dios. Es la de los Santos y Teúrgos. Por su total conformidad con la Rectitud, sus palabras fortalecidas con la adhesión recíproca del Altísimo, se realizan con sólo ser pronunciadas.


 

DOBLE SIDERAL DE LOS HOMBRES

Una o varias de estas cuatro concepciones se hallan una y otra vez en cualquier código de procedimiento de magia. En nuestros países y en nuestro tiempo únicamente se ejercita el modo hiperfísico. Nos referimos a las prácticas hechiceriles de nuestros pueblos limitadas a las más bajas y elementales manifestaciones. Sus seguidores ni siquiera alcanzarían las más elementales exigencias del planetarismo. Dañan –a veces curan– únicamente cuando actúan por la propia exaltación medianímica sobre el doble sideral de los hombres, de los animales e incluso de los vegetales cuando sus hechizos se dirigen a las cosechas. Su grimorio prescribe las prácticas necesarias para la obtención de un estado psíquico eficaz. No sólo influyen por la irradiación propia de este estado sino que mantienen en acción a las potencialidades de seres esparcidos por las bajas regiones del invisible y proyectan las larvas astrales así movilizadas donde ellos quieren actuar. Tras la lectura del artículo siguiente, el lector tendrá de los medios del hechicero un conocimiento mucho más preciso que el propio personaje, del cual cada día quedan menos ejemplares.
La archidoxia de Paracelso no es más que una exposición de la magia planetaria. Utiliza por ejemplo los siete metales: oro, plata, hierro, mercurio, estaño, cobre y plomo que corresponden al Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Fija el dinamismo en armonía con la especie planetaria de cada metal grabando en él los signos expresivos de la relación en cuestión, en el momento en que el astro que actúa ocupa, en el Zodíaco, una posición influyente. Cuida siempre de señalar al lado los signos relativos a las influencias planetarias de los hierogramas expresivos y de sus intenciones especiales y las leyes cósmicas en virtud de las cuales el verbo humano realiza lo que afirma.
La Clavícula de Salomón se presenta como una importante síntesis de la magia hiperfísica, planetaria, angélica y divina. Enrique Cornelio Agripa, y más tarde Papus, han descrito excelentemente sus ritos esenciales. Según la expresión tradicional, la magia salomónica pretende ‘‘hacerse asistir por todo el cielo y servir por todo el infierno’’. Inmutable en sus principios, aunque formulada de distinto modo, la volvemos a encontrar una y otra vez, entre los hierofantes egipcios, en las manos de su discípulo Moisés, y luego entre los Rosacruz.
Esperando que lo expuesto constituya un apoyo aprovechable para sus trabajos en estos linderos, reciban lo mejor de nuestra persona hacia la suya.
Sinceramente,


 

JOAN ARGENTIER


 

 

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