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HEMEROTECA- Tomo I
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SEPTIEMBRE 1973 – Año II – Núm. 11

 

HERMETISMO

LAS PLANTAS MAGICAS (V) EL ARTE DE LA PALINGENESIA

 


En este tercer artículo y último de esta serie sobre las propiedades de las plantas, trataremos en especial del arte de la palingenesia, como veníamos prometiendo, ya que este apartado de la botánica oculta es la que nos hará ahondar en las fronteras de lo paranormal, puesto que por definición esta rama estudia y practica nada más y nada menos la posible “resurrección” de las plantas.
Ahora bien, no se trata específicamente de hacer revivir la planta fenecida en concreto, sino de hacer aparecer el fantasma de la planta, su “espíritu” por así decirlo…; leemos en un anecdotario de experiencias de laboratorio al respecto pertenecientes a la Edad Media… “…Cada botella contenía una planta reducida por procedimientos secretísimos, al estado de detritus, algunas de ellas se encontraban rayando el estado de ceniza, tal era el grado de descomposición. Para realizar la operación de “resurrección” de alguna de estas plantas sólo había sencillamente que someter la botella que la contenía a la acción de un fuego lento y en extremo suave…, al poco veíase aparecer de las cenizas todas las partes de la planta incluso las flores si la especie era prolija en ellas…; esta visión permanece constante en tanto que no se retire la acción del fuego; en cuanto ésta cesa, la aparición se desvanece poco a poco en el intervalo de unos segundos más o menos largos.
Esta operación tiene su equivalente en los experimentos espagíricos, ya que la podríamos denominar fénix vegetal al modo de que esta ave mitológica resurge de sus propias cenizas una y otra vez. Propiamente es un experimento espagírico, pero tradicionalmente este nombre se reserva dentro del ocultismo a las experimentaciones con metales. De todos modos el sistema utilizado así grosso modo es parecido, por no decir igual, que el que sirve para reducir los “espíritus” metálicos en el laboratorio de cualquier sabio espagírico.


Este arte, la palingenesia, parecería al lector un juego más o menos divertido o interesante sin aplicación práctica ninguna; pero tendríamos que decirle que los grandes místicos de la antigüedad, de la observación y meditación posterior de los fenómenos que desfilaban al nivel de microcosmo pudieron entrever, aprender y finalmente dominar a sus equivalentes que actúan en el macrocosmo, y ellos nos aconsejan a seguir su ejemplo, pues como reza la frase: no hay mejor libro de estudio que la propia naturaleza.
A la par, estas operaciones dejan entrever unas posibilidades con una magnitud casi sin límites ya que si las experiencias de los viejos maestros pueden ser trasladadas a otros campos que no sean el vegetal o el mineral (de hecho ya lo han sido), como por ejemplo al terreno humano, es para escalofríos, ya que esto de ser así implicaría la posibilidad de hacer revivir algunos cuerpos al menos en su forma de “fantasma” y valga la denominación ya que así el lenguaje será asequible para todos los lectores incluso para los no familiarizados con estos temas.
Entraríamos de lleno en el mundo de los llamados homúnculos o “seres de laboratorio”. Según la tradición hermética se cuenta que Alberto el Grande poseyó uno de estos seres por haberlo “revivido” él mismo en su laboratorio espagírico; homúnculo, que fue destruido más tarde por Tomás de Aquino por considerarlo obra diabólica, pese a ser él mismo discípulo de Alberto y haber practicado durante muchos años en las mismas ciencias constituyentes del Gay Saber.
Cornelio Agrippa, al referirse a estos experimentos, asegura: “Sé de un artificio muy curioso, por el cual un huevo puesto al suave calor maternal de una clueca engendra una figura humana. El secreto de todo está en el susodicho “artificio”. Doy fe de ello por haberlo visto y estoy en condiciones de repetir la experimentación”. ¿Lo hizo? Que sepamos no existen referencias al respecto, en las obras de este autor, no cita que hubiera realizado este experimento…
Del siglo xvii, tiempo en que volvió a arraigar el estudio y la práctica, es este experimento que recopilamos y que es atribuido a un discípulo de Fludd llamado Joeger… Este dice así:
“Coged un puñado de hojas de rosa, las cuales haréis secar por cualquier medio, por el fuego mismo si gustáis; luego, mediante fuego muy avivado, seguid sometiendo las hojas a su calor hasta que éstas queden reducidas al estado de ceniza que debe tener un color blanquecino si la operación está bien realizada. Sacad de las cenizas la sal por el sistema de lavado con agua corriente, pasad esta sal por un colador y encerradla en un matraz herméticamente cerrado; dejadlo al fuego lento durante tres meses, acabados los cuales lo introduciréis en un estercolero al calor animal. Pasado tres meses más, retiraréis el recipiente y lo someteréis otra vez al fuego lento y al rato veréis aparecer dentro de la redoma las formas de las rosas con todos sus colores y como si hubieran sido acabadas de cortar.”
Pintoresca receta, cuya única dificultad que nosotros le observamos es la larga duración de la experimentación, pues por lo demás se puede llevar a cabo unos simples cacharros de cocina y un hornillo corriente.


¿Habrá alguien que se atreva a llevar a cabo el experimento? Nosotros, pese a tener los recetarios en nuestras manos, hemos relegado para más adelante estas operaciones de tipo práctico, ya que para realizarlas es preciso, y eso el lector no debe perderlo de vista, que hay que dominar la quintaesencia, prerrogativa exclusiva de los que han alcanzado el adeptado.
¿Qué pensar y qué decir al respecto de estos temas?
Por una parte, la primera impresión es la de hacernos reír por lo ingenuos de los medios a la par que por lo portentoso de sus resultados; pero, si así pensáramos caeríamos en los errores de la escolástica antigua, cosa que no deseamos por militar en el campo contrario o sea en el de misticismo… Entonces, ¿qué hacer?... ¿Aceptar estas apreciaciones de estos sabios de la antigüedad sin más? Tampoco sería propio de investigadores con un mínimo de pundonor… entonces, ¿qué –diríamos–, experimentar por nuestra cuenta y llegar a conclusiones propias?..., es o sería lo mejor y lo definitivo; pero hay una gran dificultad que nos frena por completo en este momento; y ésta es: No dominamos la quintaesencia aunque tengamos fe en conseguirlo más adelante; entonces parece que el tema llegaría a un punto muerto y tendríamos que dejarlo por sobrepasar nuestras posibilidades… pero no creemos que un experimento de esta índole vale la pena llevarlo a cabo, aunque nos falten elementos de índole “sutil” como pueda ser el dominio de los “elementales”, pero de todos modos estamos seguros de que de los fenómenos que se desarrollarán ante nuestra vista podremos sacar alguna enseñanza de provecho que nos ayudará a caminar unos pasos más por el camino de nuestra realización personal.
Sobre estos temas, numerosas personalidades en todos los campos de la investigación se han declarado al respecto en edades pasadas, con desdén y sin reparar atención alguna…, pero ya más adelante, concretamente en nuestro siglo, van siendo aceptadas una a una como ha ocurrido con la Alquimia, la Astrología y tantas otras como la telepatía, la visión psíquica rindiéndose ante las evidencias que no pueden soslayarse por más tiempo.Geley, que fuera director del Instituto Metapsíquico Internacional, se declara en este sentido sobre este extraño arte de la “resurrección”:
“La palingenesia suprime todas las dificultades que están en contraposición con el idealismo, dificultades cultivadas por el materialismo; todas las objeciones que puedan hacer los científicos en nombre de la lógica respecto a las nociones de la supervivencia…”
¿Por qué estas ciencias llamadas ocultas vuelven a cobrar vida ahora, en la era espacial, después de tantos y tantos años de estar sepultadas bajo toneladas de polvo…?
¿No hubiera valido la pena que los científicos del mundo se dedicaran también a investigar qué hay de cierto en todos estos recetarios al tiempo que siguiesen tirando cohetes al espacio…? Creemos firmemente que más de una sorpresa se llevarían, ya que si muchos de estos experimentos y recetarios fueron el producto de mentes enfermas o desquiciadas, otras mentes, como puedan ser las de Paracelso, las de un Alberto el Grande, las de un Ramón Llull, las de un Arnaldo de Vilanova y tantas más, no las podemos clasificar en esta lista que apuntábamos anteriormente, así es que un repaso patrocinado por la ciencia oficial sobre estos conocimientos que se están perdiendo por momentos presos de polvo y de las ratas en las bibliotecas no creemos que fructificara en resultados estrictamente negativos.
¿Por qué un saber perteneciente a nuestros abuelos ha sido completamente abandonado, difamado y aun perseguido a todos aquellos que sedientos de conocimiento se lanzaron a investigarlo y practicarlo libres de intereses personales? ¿Por qué no se les dejó ejercer estas artes de las cuales deriva casi toda la moderna farmacopea? ¿Acaso otros intereses más grandes no lo permitieron? Y en tal caso, ¿quiénes o de quiénes eran estos intereses? He aquí un tema provocador para todo investigador de la verdad que sea amante de lo profundo y no de las medias tintas, que se forme su propia historia y que no se ampare por la historia de los demás, pues la experiencia enseña que hay más historia no escrita que la que consta en los anales, y aun ésta habría que filtrarla muy a conciencia para poder sacar conclusiones equilibradas de los hechos del pasado, casi siempre enturbiados por la visión parcial o arribista de tal o cual cronista sometido muchas veces para realizar su trabajo a la “benevolencia y socorro” de tal o cual autoridad.


Hartmann, teósofo eminente, escribió: “Si una cosa pierde su “materia” queda, a pesar de todo, su forma inmaterial y si con algún artificio podemos “vestir” otra vez esta forma inmaterial con “materia”, asimismo la haremos tantas veces como queramos asequible a nuestros sentidos.” “Toda materia está formada por los tres principios fundamentales de la alquimia tradicional a saber: azufre, mercurio y sal. Mediante artilugios alquímicos es posible recubrir las formas astrales de cualquier cosa, nuevamente de “materia” y hacerse el objeto, sea el que sea, otra vez visible.”


 



Por este motivo no nos fiamos de crónicas históricas guardadas en archivos a prueba de bomba, más bien nos interesan más las leyendas y tradiciones, pues en éstas, casi siempre y en su fondo, brilla la verdad como un lucero diáfano que alumbra al investigador sobre la cualidad de los hechos acontecidos en el pasado.
Como final de este esbozo sobre la leyenda y la realidad de las plantas mágicas, procuraremos completar un poco la lista que dimos catalogando algunas de las mismas y sus propiedades medicinales y mágicas.


Helecho. Corresponde al signo zodiacal de Sagitario y bajo el dominio del planeta Saturno, es una de las plantas con más renombre dentro del ocultismo por sus innumerables aplicaciones.
Diremos que en la antigüedad era considerada como la medicina más eficaz para la expulsión de la tenia o lombriz solitaria.
Es una planta mágica por excelencia, ya que elimina con rapidez los malos sueños. Simbólicamente representa la humanidad.
Como tantas otras, la mejor época para su recogida, para que no pierda ninguna de sus propiedades, resulta ser la noche de San Juan.


Haba. Deben recogerse a fines de octubre, pues entonces están bajo los auspicios de Escorpión.
Cocidas y bebido luego el jugo resultante son un buen remedio para el mal de piedra. Contra las quemaduras resultan ser muy eficaces aplicadas en forma de harina.
El cataplasma de esta misma harina tuvo fama de curar los tumores de las partes genitales.


Gatuña. De excelentes propiedades aperitivas, hay que recogerla durante la conjunción de Marte y de Júpiter para su total aprovechamiento. Asimismo está bajo el dominio de estos dos planetas.


Espino cerval. Bajo el signo de Libra, las bayas de este arbusto con un purgante bastante energético. Hacen reaccionar favorablemente al paciente en los ataques de apoplejía y congestión cerebral.
En terrenos de la simbología viene a representar la envidia.
Domina en ella el planeta Saturno y era tradición que, colgada de puertas y ventanas, alejaba a los malos espíritus.


Coca. Planta excitante cien por cien, que de tomarla debe hacerse a pequeñísimas dosis y bajo control facultativo, ya que tomada así, en esta forma, puede ser un eficaz tonificante para según qué enfermedades. De esta planta, y concretamente de sus hojas, se extrae la cocaína, la sal de ésta es muy usada para provocar estados de felicidad momentánea bajo su acción sobre los sistemas del organismo. Adormece los dolores, el hambre y, en algunos casos, también la fatiga. Se encuentra relacionada con el Sol y con Saturno.


Ciprés. En ocultismo, símbolo de la muerte. Su decocción era tradicional que evitaba las canas prematuras. En terrenos de la magia, la madera de este árbol era utilizada para la elaboración de las mesas de trabajo de los nigromantes.


Mirto. Emblema de la compasión, está consagrado al dominio de Venus. En forma de cocimiento o de polvos se dice es un remedio eficaz contra las contusiones y aun para las propias llagas. En forma de inhalación es buen remedio para curar las jaquecas persistentes. Utilizado en muchos casos para elaborar “perfumes mágicos”. Se mueve dentro del signo Tauro.


Peyote. Planta de origen americano de la cual casi no se conocen sus propiedades curativas. Ahora bien, no se recomienda en ningún caso su utilización sino es bajo control pertinente por haber observado varios autores que su ingerimiento produce un estado general de sobreexcitación que genera en los individuos fenómenos del tipo parecido a la metagnomia perceptiva. En general, sus efectos son parecidos a los provocados por el yage y la ouganda.


Ricino. Purgante por excelencia, deberá recogerse durante la conjunción de Júpiter en Piscis. Según los antiguos evitaba cualquier clase de hechizos.


Romero. Perteneciente a Aries y bajo el dominio de Júpiter es una planta conocidísima por sus aplicaciones de tipo medicinal.
Paracelso la elogió sobremanera por sus propiedades. Se usa en forma de lavativa para evitar la pertinacia de la diarrea, en forma de loción para descansar la vista; es también altamente antiséptica en forma de hervido. Combate con éxito la fetidez del aliento de las personas enfermas.


Ruda. Perteneciente a Sagitario y bajo los efectos de Marte y Saturno es utilizada para la obtención de perfumes llamados de “Saturno” en la magia tradicional.
Es buena para combatir las hemorragias uterinas, usándose también para combatir la epilepsia y los casos de histerismo.


Verónica. Del signo de Aries y bajo la acción del Sol sus aplicaciones aumentan la orina de los pacientes y la expectoración. Muy usada en el tratamiento de la bronquitis por los médicos ocultistas. El té o infusión procedente de sus hojas es un excelente digestivo. Hay que recogerla después de finalizada la Luna llena.
Se solía aconsejar también su uso en los casos de ictericia y de cálculos.


Esperamos que las interpretaciones de las propiedades curativas de estas plantas que hemos expuesto no se nos achaquen a nosotros, pues solamente hemos sido unos simples recopiladores de estos viejos recetarios de la Edad Media.
Ciertamente, el tema nos atraía y pensamos que presentarlo al público sería, si no trascendente, sí al menos simpático el remover las farmacopeas de nuestros abuelos releyendo viejos consejos medicinales que rayan con la más pura magia unos, otros con la más perfecta y recta creencia religiosa y así sucesivamente.
Nosotros hemos entrevisto en este tiempo que nos hemos dedicado a esta tarea singular, que sobre esta botánica no ortodoxa se mueve, flota, por así nombrarlo, un no sé qué de misterio ni mucho menos impenetrable, pero sí profundamente guardado a las miradas de los profanos y curiosos. Quizás algún lector, que siente como nosotros el imán irresistible de lo desconocido, se animara a seguir nuestros pasos y quizá la suerte también le sonría a él tanto como lo ha hecho con nosotros como si quisiera premiar nuestros esfuerzos en este sentido, ya que grandes han sido las enseñanzas que hemos adquirido a través de este pequeño estudio, una ínfima parte del cual es el que hemos ofrecido a continuación de los lectores, para que así despierten las inquietudes semidormidas y de este modo el ocultismo gane nuevos adeptos que enriquezcan su profundísimo saber.
Que tal cosa sea realizable en corto plazo es lo que deseamos, y abogamos por ello.
Hasta el momento en que por medio de esta hipérbole de comunicación directa que nos proporcionan las páginas de esta revista comencemos a desglosar otros temas de candente interés para los amantes de lo extraordinario, reciban lo mejor de nuestra persona que ofrezco a su servicio sincera y fraternalmente.
¡Sean, pues, con todos ustedes, la Caridad, la Paz y la Tolerancia!
Cariñosamente,


JOAN ARTENTIER


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