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HEMEROTECA- Tomo III
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MARZO 1975 – Año IV – Núm. 28

 

HERMETISMO

LOS MISTERIOS DEL ANTIGUO EGIPTO (III)

 

4) EL MISTERIO MAYOR EN ABIDOS

En el artículo anterior hemos tratado someramente del modo en que posiblemente se desarrollarían los cultos de Osiris, en el templo de Abidos, en un primer nivel popular y en un segundo nivel, esotérico, de los calificados como Misterio Menor. Ahora vamos a tratar del tercer nivel, profundo, que designamos en esoterismo como Misterio Mayor.
Ya señalamos anteriormente que el iniciado a los Misterios Menores osirianos habría sido elegido por sus destacadas cualidades para poder acceder a este nivel más profundo. Cabe ahora suponer que, previamente a su introducción propiamente dicha a este Misterio Mayor, el sujeto elegido sería durante cierto tiempo instruido en la Filosofía Hermética y en las altas enseñanzas ocultas de la Sabiduría Sagrada tradicional. Debemos aclarar que Hermes-Thot, el padre de la sabiduría ‘‘hermética’’, se hallaba relacionado con el culto a Osiris, aunque no sepamos concretamente de qué modo. Es revelador sin embargo, en este sentido, el hecho de que posteriormente, bajo el reinado de Sesostris III, cuando se produce el renacimiento del culto osiríaco, eclipsado durante varios siglos y en Abidos se conmemora de nuevo ritualmente la tercera etapa de la pasión de Osiris, es precisamente el dios Thot quien gobierna la barca sagrada en la que el Resucitado regresa triunfalmente a su templo-palacio.

 


La fase culminante de este Misterio Mayor, de la que poseemos algunos detalles, parece ser que se desarrollaba del modo siguiente:
El candidato elegido, el iniciado, tras de una larga preparación psicológica ayudada quizás por la ingestión de alguna poción de efectos narcóticos y alucinógenos, sumido en una atmósfera eminentemente mágica, sería conducido ceremoniosamente a la Sala de la Iniciación Suprema. Allí se le haría acostarse sobre el enlosado del pavimento, desnudo y con los brazos en cruz (figura 1). Cabe suponer que en la orientación precisa que ya señalamos en el artículo dedicado a ADAM, en este caso, con la cabeza orientada a Occidente, es decir, al punto en el que Atum (RA), el Sol moribundo, se sumerge, se abisma, en el Reino de las Tinieblas y adquiere por lo tanto la personalidad de Osiris.

 


Aquí entraría el sujeto en un letargo profundo, en una suerte de coma, llegando realmente a situarse en la incierta frontera que media entre la vida y la muerte. Y su ‘‘espíritu’’, abandonando el ‘‘cuerpo físico’’, entraría en otras sublimes regiones, en una especie de ‘‘viaje astral’’. El adepto, de este modo ‘‘crucificado’’ y ‘‘muerto’’, sería luego colocado cuidadosamente en un sarcófago de piedra, siempre en la misma orientación. Luego vendrían los tres días rituales, de rigor en todo proceso místico de muerte y resurrección, durante los cuales el adepto habría descendido y recorrido ‘‘el corazón de la Tierra’’. Después el cuerpo rígido y frío sería retirado del sarcófago y colocado cuidadosamente sobre una superficie pétrea inclinada y mirando a Oriente. De modo que, al tercer día, los primeros rayos del Sol naciente, es decir, de Osiris renaciente como RA vitalizador, vendrían a dar en el rostro cadavérico del adepto. El ‘‘espíritu’’ del mismo, revestido por el ‘‘cuerpo’’ de beatitud en el luminoso Más Allá, vendría entonces a ocupar de nuevo su cuerpo físico. Se produciría la ‘‘resurrección’’ y el adepto sería ya un auténtico iniciado. Aquello que algunos esoteristas no dudan en designar como un ‘‘Cristo’’ (1) y que otros llaman Iniciado Perfecto o Maestro.

 


No hace falta añadir que el iniciado Perfecto, transmutado espiritual y físicamente, aparecería evidentemente dotado de auténticas facultades paranormales: de clarividencia, de taumaturgia, etc. Realmente impresionantes.

 

LAS ESTATUAS DEL VALLE DE LOS REYES ESTAN EN POSICION DE TOMAR ENERGIAS COSMICAS


 


¿Cuáles serían en adelante la existencia y las funciones de este ‘‘Cristo’’? No poseemos ni el más leve dato al respecto, ni podemos sinceramente imaginárnoslo. ¿Pasaría a formar parte del osiríaco? ¿Vendría a ser una especie de Maestro para otros futuros iniciados, o un oráculo, o un medio de canalizar la revelación divina? ¿Sería, por el contrario, lanzado al mundo para desarrollar una auténtica misión de Salvación entre los hombres?
Quién sabe…

 


Permítanos el amable lector que llamemos su atención hacia dos aspectos. En primer lugar, hacia la figura del iniciado al Misterio Mayor osiríaco, tendido sobre el suelo, que es exactamente el ADAM terrestre, el ‘‘hombre primordial’’, como símbolo del Hombre-Templo (2).

 


Y en segundo lugar, hacia el triángulo rectángulo que forma la piedra sobre la cual el adepto recibía el rayo solar vivificante, la ‘‘mirada de Osiris’’ resucitado (3), el aliento de RA.

 

5) EL TRIANGULO OSIRIANO

No poseemos datos concretos al respecto, pero podemos pensar razonablemente que la superficie inclinada sobre la cual se hacía reposar el cuerpo inerte, junto con la base horizontal y una tercera cara vertical, formarían lógicamente el ‘‘triángulo sagrado de Osiris’’ (4).

 


Este triángulo ‘‘perfecto’’, que muchos siglos después divulgaría Pitágoras, ya en el terreno más prosaico de las matemáticas, era un triángulo rectángulo cuya base o cateto menor medía 3 unidades, el cateto mayor, vertical, medía 4 y la hipotenusa, 5 (figura 2).

 


Como sabe todo aquel que haya estudiado algo la mitología egipcia, la ‘‘tríada divina’’ principal estaba constituida por OSIRIS-ISIS-HORUS, Osiris era el Padre, el elemento macho y su número sagrado, activo y masculino, era el 3, que ya reflejaba por sí mismo esa Trinidad sagrada.
Isis, hermana-esposa del anterior, era la Madre, el elemento hembra y su número sagrado, pasivo y femenino, era el 4, número de lo ‘‘material y terrestre’’, como sabemos.
Y finalmente, Horus, el Divino Hijo, era la Progenitura y su número sagrado el 5.

 


Dado el carácter ‘‘humano’’ del número CINCO y su relación con Horus, resulta evidente el sentido del cuerpo humano del adepto descansando sobre la hipotenusa del ‘‘triángulo sagrado’’. Tengamos en cuenta que en esta figura, la base, como línea horizontal es pasiva o ‘‘muerta’’ y simboliza perfectamente a Osiris muerto y dios de los muertos. Y la línea vertical, activa, simboliza muy bien a Isis que ayuda a su esposo muerto a resucitar, a levantarse. Y a su vez, la hipotenusa es obviamente una línea inclinada, es decir, una línea horizontal (‘‘muerta), que se está levantando y simboliza sin duda al propio Osiris ‘‘resucitando’’. De modo tal que, según como se mire, la figura mitológica de Horus posee una peculiar vaguedad y ambivalencia: puesto que aparece por una parte identificándose con el propio Osiris que resucita y también con el propio RA que se eleva sobre el horizonte. El estudio del ‘‘triángulo sagrado’’ permite, hasta cierto punto, aclarar una serie de aspectos vagos, confusos o aparentemente contradictorios que presenta la mitología egipcia acerca de estos dioses. Cuando tratemos sobre la GEOMETRIA SAGRADA ampliaremos una serie de aspectos interesantes, sobre estas cuestiones.

 

6) ANALISIS ARITMOSOFICO

Creo que resultará interesante, desde el punto de vista esotérico, que analicemos el ‘‘triángulo osiríaco’’ según la Sagrada Ciencia de los Números’’.
En primer lugar vamos a asignar a cada uno de los tres lados de esta figura sagrada, la SUMA de los números correspondientes a los otros dos lados. Tal y como se expresa en la figura 3, la base será ahora: 4+5=9, la vertical tendrá 3+5=8 y la hipotenusa 4+3=7.

 


A) La base es OSIRIS y se le asigna ahora el número NUEVE. Como sabemos, éste es el número de la ‘‘Ennéada’’ heliopolitana mediante la cual el dios-Sol-diurno, que es RA, lleva a cabo su labor creadora y vitalizadota. Pero Osiris es el dios-Sol-nocturno, que lleva en sí latente, en potencia, esa ‘‘Ennéada’’, ese NUEVE creativo. Y que se pone en acción místicamente en el amanecer, cuando Osiris resucita y emerge de las tinieblas ya como RA triunfante. Como el Arte Hermético nos enseña, la Muerte Mística precede a la Vida Verdadera. En la ‘‘putrefacción’’ se halla ya la ‘‘semilla’’ de ‘‘nuestro Sol’’. Y es preciso –como señalan los Adeptos– que primero vuele el ‘‘cuervo’’, negro y siniestro, para que después el ‘‘cisne’’, de refulgente blancura, pueda volar siete veces en torno al ‘‘niño recién nacido’’.

 


B) Al lado vertical, ISIS, le corresponde el número OCHO. ¿Qué tiene que ver este número con esta divinidad? Directa y aparentemente, nada. Pero de un modo indirecto, vemos que la Ishtar asirio-babilónica, asimilable a la Isis egipcia, solía ser representada por el planeta Venus, en forma de estrella de ocho puntas. Y los Templarios, de los que sabemos que contribuyeron decisivamente tanto al diseño y construcción de las primitivas catedrales góticas, como al establecimiento del culto a las Vírgenes Negras, en base a la Isis negra egipcia, solían edificar sus capillas funerarias, verdaderos ‘‘centros de iniciación’’, en forma octogonal. El número ocho simboliza desde luego el papel de ‘‘mediadora’’ de la Isis egipcia, así como posteriormente de la Virgen Nuestra Señora medieval (5).

 


C) Finalmente el número SIETE es asignado a la hipotenusa, a HORUS. Ya hemos indicado antes que el número siete era el símbolo de la vida eterna, entre los egipcios. Así mismo poseía el sentido de representación de un ciclo completo, de perfección dinámica. Como veremos en otro futuro artículo, el número siete se relaciona estrechamente con el cuatro solar y en algunos mitos es hijo de RA y hermano de Osiris. En algunas mitologías africanas, como en la de los Dogons, el 7 es símbolo de la perfección y de la unidad. Más concretamente expresa la perfección humana, del ‘‘hombre completo’’ o del hombre perfectamente realizado. En las ‘‘siete etapas de la evolución’’, representa la más alta de ellas: la consciencia de la Vida que dirige toda actividad hacia la vida eterna y la salud total.

 


D) Pero hay otro aspecto interesante a tener en cuenta. La suma de los valores de los tres lados del ‘‘triángulo sagrado’’, o sea: 3+4+5=12 nos proporciona el número DOCE, que simboliza la totalidad, el orden cósmico, la plenitud y la salvación. Pero es evidente que los valores 7-8-9 que hemos asignado antes, expresan precisamente aquello que a cada uno de los elementos del triángulo de Osiris’’ le falta para llegar a esa plenitud total que expresa el número doce. Es decir, su complemento, lo que poseen potencialmente pero que ha de ser actualizado para que sea lograda esa plenitud. No insistiremos sobre esto.

 


En segundo lugar vamos a asignar a cada uno de los lados del ‘‘triángulo’’ el PRODUCTO de los números correspondientes a los otros dos lados. Tal como aparece indicado en la figura 4.

 


De modo que ahora damos a Osiris el número 20, a Isis el 15 y a Horus el 12. Veamos qué significaciones o sentidos puede tener esto:
E) OSIRIS, base de este ‘‘triángulo sagrado’’ y base del culto esotérico que estamos estudiando, es el dios solar en su ‘‘viaje nocturno’’. Se cree, ya hemos indicado algo de esto, que originariamente fue un príncipe procedente de Oriente, probablemente asirio-babilónico, posteriormente divinizado. Y que ya como deidad vino a suplantar a otra divinidad más antigua, Antzi, que a su vez también debió ser otro héroe prehistórico igualmente divinizado y procedente asimismo de aquella área geográfica próximo-oriental.
Tenemos por una parte que todos estos héroes-dioses constituyen aspectos diversos del mismo mito solar. Todos ellos son ‘‘héroes-solares’’ que proceden de Oriente y van hacia Occidente, como el astro-rey y como él, ponderosos, brillantes, benéficos, generalmente derrochadores de energía vital. Y da la ‘‘casualidad’’ de que el 20 era el número sagrado del dios asirio-babilonio SHAMASH, cuya imagen era el SOL.

 


F) ISIS, la Virgen Negra, constituye la versión egipcia de la Magna Mater mediterránea que aparece en el cercano oriente en varias versiones con matices diversos: la Innana sumeria, la Cibeles el Asia Menor, la cartaginesa Tania, la Astarté, la Venus-Afrodita, etc. Y sobre todo, la ISHTAR asirio-babilónica. Si nos fijamos en esta última, resulta que en la mitología de estos países, el 15 era el número sagrado de esta diosa del amor. Por otra parte, esta deidad era hermana-esposa del Sol (Asmas) al igual que Isis lo era de Osiris, el ‘‘sol nocturno’’ egipcio. Y que aparecía igual que aquella, representada por el planeta Venus o por la estrella Sirio.

 


G) El número DOCE, que asignamos a Horus, no aparece en ningún antecedente asirio-babilonio, referido a otro dios-hijo asimilable a éste. No obstante tenemos el conocido sentido, ya aludido, del 12 como ‘‘símbolo de orden cósmico y de salvación’’. Incluso en la simbología cristiana, el doce aparece como combinación (producto), del 4 del mundo espacial y del 3 del tiempo sagrado. Por lo que este doce posee un sentido cósmico de ‘‘plenitud y perfección’’. En otras mitologías, el 12 simboliza ‘‘el devenir humano y el desarrollo perpetuo del Universo’’. Incluso tiene también un sentido mitológico de ‘‘hombre completo y total’’, por integración-suma de ‘‘lo femenino humano’’ (4) con ‘‘lo masculino humano’’ (3). Y cuyo ‘‘producto’’, es decir, el resultado elevado ya a otro plano de la realidad, se identifica evidentemente con el Gran Andrógino alquímico.
H) Señalemos finalmente que ese DOCE que hemos indicado en el apartado anterior D, se cumple únicamente ahora para el Horus que, según el Misterio Mayor osiríaco, podemos entender en cierto modo como ‘‘la divinidad hecha hombre’’, como ‘‘el dios encarnado’’ como ‘‘Cristo’’ (UNGIDO) o como ‘‘hombre divinizado’’, elevado a ‘‘deidad’’ o a ‘‘superhombre’’. Todos aspectos aproximados de una realidad humana trascendida a otro plano infinitamente más elevado. Aspectos que, indudablemente, habría que matizar cuidadosamente para que no fueran interpretados a la ligera.

 


Cuando tratemos del ‘‘triángulo isíaco’’, que es esta misma figura sagrada pero ‘‘basada en Isis’’, (o sea apoyada, con base en el lado 4) y no como ahora ‘‘basada en Osiris’’, (apoyada sobre el lado 3), nos extenderemos sobre otros aspectos ocultos del ‘‘triángulo perfecto’’, a la luz que nos proporcionan la Sagrada Ciencia de los Números y la Simbología Comparada.

 


Ahora añadiremos únicamente un hecho curioso: la mayor parte de las pirámides egipcias y en particular la de Kefrén, se diseñaron y construyeron de modo que su sección meridiana corresponde a la unión de dos ‘‘triángulos osiríacos’’. Pero la Gran Pirámide de Keops constituye ciertamente ‘‘la gran excepción’’, al no estar basada en el ‘‘triángulo perfecto’’ y ‘‘sagrado’’. Lo cual constituyó en su época una auténtica herejía.

(Continuará en el próximo número)

 

E. MICHELENA

 

1. Toda referencia a ‘‘Cristo’’ que hagamos no debe ser relacionada evidentemente con la figura de Jesucristo. Sino con el sentido genérico y un tanto ambiguo de ‘‘elegido por Dios’’. Incluso el sentido literal de la palabra griega Cristo-Ungido, como traducción del hebrero ‘‘Masiah’’, adjetivo derivado de ‘‘Masah’’-ungir, nos conduciría al sentido judío de ‘‘Mesías’’, que posee unos matices políticos y de liderazgo nacionalista que no vienen al caso.
2. Véase, por favor, la figura 3 del artículo ‘‘ADAN: EL HOMBRE PRIMORDIAL’’, aparecido en el n.º 12 de KARMA-7.
3. No olvidemos que Osiris se decía ‘‘usir’’ en la lengua sagrada y esta palabra se representaba jeroglíficamente pon un OJO. Y que este ‘‘ojo’’ era ‘‘el ojo de Ra’’. La representación de la divinidad egipcia, mediante un triángulo, (el ‘‘triángulo sagrado de Osiris’’) con un ojo dentro, fue tomada por la iconografía cristiana para representar a Dios, muchos siglos más tarde.
4. En los Misterios de Isis, que aparecen muchos siglos después, se utiliza simbólicamente este mismo ‘‘triángulo sagrado’’, pero en otra posición. Con el nombre de ‘‘triángulo isíaco’’ y con otras significaciones y matices distintos. Ya nos ocuparemos de él en otra ocasión próxima.
5. Ya aclararemos más adelante este simbolismo, cuando tratemos acerca de ‘‘LA GEOMETRIA SAGRADA’’.

 

 




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