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HEMEROTECA- Tomo I
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NOVIEMBRE 1972 - Año I - Núm. 1

 

BIOGRAFIA

KRISHNAMURTI
EL DESPERTAR DE LA REALIDAD

NO HAY OTRO DIOS QUE EL HOMBRE PURIFICADO Y VUELTO PERFECTO.

Quien esto afirma es un hombre de níveos cabellos, rostro moreno, amplia frente, ojos profundamente iluminados, que arremete con una serena firmeza avalada por (y a un tiempo ajena a) sus 75 años contra todos los dogmas y ritualismos, contra todos los condicionamientos a los que el propio hombre se somete: Krishnamurti.
Según sus propias palabras se propone “descondicionar la totalidad de la conciencia” humana, provocando en ella una mutación, “un cambio de estado brusco”.


Muchos de nuestros lectores han oído hablar de él una y varias veces; bastantes han leído alguna de sus conferencias (editadas en castellano por Eds. Krishnamurti (1) y que últimamente han hallado una distribución fluida en España, pudiendo encontrarse en las grandes librerías de las grandes ciudades, donde viven los grandes consumidores de cultura…), unos pocos están más o menos familiarizados con su pensamiento. ¿Cuántos han llegado a una comprensión real, vivencial, de su mensaje? No podemos dictaminar sobre lo que desconocemos. Pienso que muy pocos, si alguno hubiere. Espero –si mi opinión resultase equívoca– que las cartas de los lectores aludidos me desmientan.
Sería absurdo pretender aproximar a esta comprensión íntima, si el que realiza este intento no la ha logrado en sí mismo en una forma total (y aquí no valen las medias tintas: o no se ha comprendido el mensaje aunque se haya entendido con el intelecto– o sí se ha logrado la comprensión, y con ella el descondicionamiento, la mutación). Por ello nos limitaremos a hablar aquí del Krishnamurti circunstancial, histórico; a narrar brevemente una historia desconocida por las mayorías, concluyendo con una selección de citas de sus conferencias y entrevistas. Seguramente ello bastará como referencia para el lector interesado. Aproximarse a su pensamiento corre de su cuenta, y sólo vemos una forma de hacerlo: leyendo sus obras (2).


 

LA ESPERA DE UN “INSTRUCTOR”

Madnapalle, que se traduce como “Ciudad del dios del amor”, es una pequeña localidad situada al sur de la India. En ella, hacia mayo de 1897, ve la luz el octavo hijo varón de la familia Jiddu, perteneciente a la casta de los brahmanes. Siguiendo las viejas tradiciones un anciano ermitaño consulta a los astros acerca del futuro del niño, que –cosa singular– aparece “destinado a ser tabernáculo de una encarnación divina, del mismo dios del amor, Krsihna”.
La costumbre de la casta quiere que por ser Krishna el octavo niño de sus padres, se le dé su nombre a los varones que nazcan en similar condición. Pero la predicción del anciano ermitaño impone cierta modificación: el niño es conocido como Krishnamurti, traducible para unos como “apariencia de Krishna”, para otros como “cuerpo que ha de albergar a Krishna”.
Su madre, mujer de gran dulzura, muere prematuramente, después de haber dado a luz a un nuevo niño, Nityananda. Su padre, funcionario de la Administración británica, se ve obligado a abandonar su puesto, cayendo en la miseria, tras lo cual se traslada con sus nueve hijos a Adyar, cerca de Madrás.
Mientras tanto, una mujer de vida insólita y agitada, H. P. Blavatsky, había fundado en 1875 la sociedad teosófica, cuyo objetivo principal consistía en propagar mundialmente una densa y compleja síntesis o amalgama de las más antiguas doctrinas orientales e incluso occidentales. Su principal fuente de inspiración parece surgir de las presuntas comunicaciones epistolares y parapsíquicas de una serie de personajes espirituales, denominados los “maestros”. Estos anunciaban la inmediata llegada a nuestro planeta de un “Avatar”, un nuevo Instructor que, semejante a Buda y Cristo, vendría a enseñar a los hombres el camino de la verdad, de la salida de la confusión apocalíptica que reina en nuestro siglo.
Muerta madame Blavatsky, continuó su tarea Annie Besant, socialista y activa luchadora por la independencia india, que prosigue el contacto con los “maestros”.
Una tarde de 1909, Van Manen, bibliotecario del cuartel general de la sociedad, instalado en Madrás, paseando por las playas que marcan la confluencia del río Adyar en el golfo de Bengala, se encuentra con Krishnamurti y Nityananda, que se han hecho entrañablemente inseparables, y algo ve en ellos que le impele a presentárselo a la doctora Besant, presidente de la sociedad.
Cuando los niños llegan a la oficina de ésta, junto a ella se encuentra Charles Walter Leadbeater, autor de diversos tratados ocultistas y considerado como extraordinario clarividente, que cree presentir en Krishnamurti algo muy grande y que asigna a Nityananda un alto destino.
Inmediatamente Annie Besant y su lugarteniente logran permiso del padre para encargarse de la educación de ambos niños.


 

LA ORDEN DE LA ESTRELLA DE ORIENTE

 

Dos años más tarde, Besant crea la “Orden de la Estrella de Oriente” con el objeto de preparar la venida del Instructor esperado, pone al frente de ella a Krishnamurti, que marchará en breve –siempre junto a su hermano menor– hacia Inglaterra y París, donde recibirán una completa educación privada.
En 1922 viajan a California, esperando que aquel clima restablezca la salud de Nityananda, gravemente enfermo, que fallece irremisiblemente tres años después.
Esta muerte, inmensamente dolorosa para Krishnamurti, marca decisivamente su vida, dándole un giro notable.
Hasta entonces, los teósofos dudaban sobre la forma en que ocurría el portento: ¿Habría una identificación total entre la conciencia de Krishnamurti y la del Instructor? ¿Se convertiría temporalmente en Krishnamurti, aún sin perder su identidad, en el vehículo o médium del Instructor? ¿Sería poseído por él mismo…?
Llegado a su extremo máximo el dolor desgarrador de Krishnamurti, parece dejar lugar a un supremo éxtasis, que viene a iluminarle internamente y opera en él una transformación total. “Sufría –explicará más tarde–, pero comencé a liberarme de todo lo que me limitaba, hasta que al fin me uní al Bien-Amado, entré en el océano de la liberación y lo establecí en el interior de mí mismo.”
Comienza a hablar con una autoridad y seguridad inesperadas, siendo su lenguaje dulcemente poético, e invitando a sus auditores a participar en su propia beatitud.
Está a punto de convertirse en uno de tantos místicos que pueblan los libros de historia de las religiones. Pero de pronto comienza a dudar de la imagen objetiva que se le ha aparecido.
–Debemos dudar de todo –explica–, a fin de que del paroxismo de la duda nazca la certidumbre. No hace falta dudar cuando os sintáis fatigados o desgraciados: eso puede hacerlo cualquiera. Es en los momentos de éxtasis cuando debéis dudar, pues descubriréis entonces si lo que permanece es verdadero o falso.
Afirma entonces claramente que él es el instructor del mundo. Comenzando a recibir por parte de sus millares de seguidores homenajes alucinantes… Un barón holandés le obsequia un castillo histórico rodeado de 20.000 hectáreas de terreno…


 



NUEVO KRISHNAMURTI


Todo el ceremonial está perfectamente orquestado. Sólo resta que él lo dirija. Pero él permanece ajeno a todo ello. Hasta que, tras muchas presiones, reúne a sus seguidores en su “dominio” holandés de Ommen y rechaza el conjunto de las organizaciones que se ponen a su disposición:
“…La Verdad es un país sin caminos que no se puede alcanzar por ninguna ruta, cualquiera que sea: ninguna religión, ninguna secta. Tal es mi punto de vista y lo sostengo de una manera absoluta e incondicional (…) Las organizaciones no pueden haceros libres. Nadie desde afuera os puede hacer libres…
“Estáis habituados a la autoridad o a la atmósfera de la autoridad…
“¿Qué haría yo con una serie de personas faltas de sinceridad, hipócritas, yo, la incorporación de la Verdad…?
“Yo no tengo seguidores, ni soy instructor para nadie; si lo fuese vosotros me destruiríais y yo os destruiría. Entonces no habría amor entre nosotros, habría mero seguimiento; porque los que siguen y los que conducen no tienen amor en su corazón.”
La Sociedad Teosófica se introduce de lleno en una grave crisis interna. Muerta ya Annie Besant, muchos de sus miembros se alejan de Krishnamurti, quedando a la espera de un mesías más complaciente.
La Orden de la Estrella de Oriente subsiste a través de un grupo de personas que se dedican exclusivamente a la difusión de su pensamiento, organizando sus viajes y conferencias por todo el mundo y editando sus obras.
Nos encontramos ya con el nuevo Krishnamurti, que recorre el mundo difundiendo su mensaje e insistiendo en el autoconocimiento como base esencial para la liberación del hombre y el desarrollo de una nueva sociedad. Todos los años, durante los meses de julio y agosto, miles de personas acuden a Saanen, uno de los más bellos parajes de los Alpes suizos, para escuchar su palabra y participar en las reuniones de discusión dirigidas por él bajo una enorme estructura metálica recubierta por una lona.
¿Cómo es Krishnamurti, el hombre?
Ludovic Réhault lo describe como “perfectamente puro, de líneas armoniosas, su cabeza presenta una complexión espiritual extremadamente rara. A veces sus ojos parecen penetrados por abismos de nostalgia; a veces una piedad punzante entorpece sus párpados; o bien su cabeza se erige y, tal como ha escrito un periodista americano, tiene entonces verdaderamente la majestad del halcón. Después veremos entreabrirse su boca sobre dientes de blancura resplandeciente y que su rostro se ilumina por la sonrisa fresca y clara de la cándida alegría de un niño”.
Por su parte, Claude Bragdon escribía en 1931: “Lo que se siente ante todo en Krishnamurti es una contradicción: es una paradoja viviente, más que la mayoría de las gentes. Aunque físicamente masculino y étnicamente hindú, es del tipo andrógino psíquicamente, es decir hombre y mujer, y, mentalmente, es una combinación del Oriente y del Occidente. Esta doble polaridad se extiende a todo él. Es a la vez potente y frágil, amargo y dulce, escéptico y pleno de fe…”.
Para Eduardo Azcuy “en cierta forma es un verdadero jivan-mukta (liberado viviente), un hombre transformado, hiperlúcido, que vive de instante en instante, más allá de las apariencias, en un nivel de conciencia superior”.
¿En qué forma puede contribuir la palabra de Krishnamurti a lograr la mutación psicológica que él propone? Armando Clavier lo ve así: “La comprensión es acción pura. La comprensión sólo puede darse en el sencillo y al propio tiempo difícil acto de escuchar. Krishnamurti habla para que nuestra mente escuche, se escuche. ¿Comprenden? Cuando Krishnamurti habla y nosotros estamos atentos, algo sucede. Se están movilizando energías, energías actuantes. Es la acción de esas energías la que tenemos que seguir silenciosamente en nosotros mismos”.

 

 

¿UN INTENTO ABORTADO?

 

Hasta aquí hemos hablado del individuo, de un individuo que arremete contra todos los cultos y seguidores, alegando que éstos encadenan al hombre. Pero es importante al intentar penetrar su mensaje “ignorar” el personaje del que emana, desposeerle de toda autoridad, porque corremos el riesgo de caer en una terrible contradicción, de convertirle en un nuevo ídolo al que seguir, y entonces no tendrá lugar el proceso interior que describe Clavier.
Como explica René Fouéré, “Krishnamurti habla de su propia autoridad, que declara fundada sobre su propia experiencia. No cita a nadie, ni busca la justificación de sus decires en ningún texto de otra persona. Su único libro de referencia, es el de nuestra experiencia íntima. Rehúsa absolutamente responder, positiva o negativamente a las preguntas de los que quisieran saber si es una suerte de Mesías, de instructor del mundo, como lo había anunciado solemnemente la señora Besant. Insiste en el hecho de que lo que importa es la verdad, el valor transformador de lo que dice, y no la calidad de su persona…
“…Soy de los que piensan que, de las palabras del sabio indio, puede surgir una civilización nueva, inmensa, inimaginable e indecible. Pero ésta no llegará, no se edificará, mas que si los que han escuchado a Krishnamurti no se convierten inconscientemente en los explotadores inconscientes de su luz; si no le envuelven e
n la red sofocante de sus solicitudes tentaculares; si no hacen de él lo que, según sus propias palabras, se ha hecho de los sabios del pasado: un intento fallido. ¿Es posible que aún estemos a tiempo de tomar conciencia de un peligro tan grave, de prevenir el atentado a la libertad humana que podrá cometerse, de oponernos al espantoso descarrilamiento que a la muerte de Krishnamurti, o aún durante su vida, se podrá provocar? No lo sé. Pero, si es ya demasiado tarde, una de las tentativas más grandiosas de todos los tiempos habría abortado horriblemente, una llama gigante se habría extinguido, una ocasión única se habría perdido y durante siglos la humanidad se resintiría gravemente de este revés.”

 

ENRIQUE VICENTE


 


 


1. Eds. Krishnamurti; apartado 20.342, Río iPedras, 00928 (Puerto Rico).
2. Existen diversas obras sobre K. y su pensamiento. En el aspecto biográfico: “K., l’instructeur du monde”, de Ludovic Réhault, y dos relatos íntimos, “Candles in the sun” y “To be young”, de Lady Emily Lutyens y Mary Lutyens, respectivamente (Rupert-Hart Davis Ed.: London).
En cuanto a su pensamiento: “Aproximación a K.”, de Armando Clavier (Ed. Kier; Buenos Aires), “K. et la pensée occidentale”, de Robert Linssen (Eds. Etre Libre; Bruxelles, 1951), y diversas obras de nuestro estimado amigo René Fouéré, entre las que nos vemos obligados a destacar como el mejor trabajo de conjunto que conocemos sobre el particular: “K. ou la révolution du réel” (Eds. Le Courrier du Livre”: 21, rue de Seine; Paris-6; 1969).

 

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