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HEMEROTECA- Especial FASSMAN
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ENERO 1977 – Año VI – Núm. 50

 

FASSMAN ESCRIBE PARA VD.

YO Y LA PARAPSICOLOGIA

7

 

Durante su tiempo de permanencia en el penal se adiestró hábilmente en lanzar perdigones con la punta de la lengua y los dientes con tal fuerza y destreza que podía hacer impacto en cualquier objetivo alrededor de él. Este relato me dejó estupefacto. Poniendo manos a la obra, sacó del bolsillo un puñado de perdigones que introdujo en la boca indicándome que le señalara el objetivo hacia donde debía lanzarlos. En la mesa dispuesta enfrente a la nuestra estaban dos señoras de espaldas, hacia las cuales señalé. Sin percibir ningún movimiento de labios, comenzó a disparar los perdigones proyectándolos a la nuca de aquellas señoras. Estas, naturalmente, se volvieron asustadas tratando de averiguar la procedencia de los impactos.

Debo confirmar que su habilidad era francamente asombrosa. Al propio tiempo, estoy persuadido de que sus adeptos siguieron convencidos de la posesión de San Cipriano y de la legitimidad de los fenómenos. No creo que llegaran a descubrir el fraude de que eran víctimas.

En esta ocasión fui invitado a asistir a uno de los más importantes centros espíritas de París. Ostentaba el nombre de uno de los pioneros de esta doctrina: Centro Camilo Flammarion, ubicado en la Rue del Eure.
Me habían informado sobre el caso de una muchacha muy joven y que, en estado de trance, pintaba maravillosos cuadros.

Acudí al centro. Pero desafortunadamente no se encontraba en él la médium Odette. La única actividad que ofrecía en aquel momento consistía en una conferencia espiritualista para sus adeptos. Pregunté cuándo realizaría Odette su sesión y me informaron que solamente tenía lugar los sábados a las siete de la tarde.

El sábado siguiente fui de los primeros en llegar y me instalé en primera fila de la sala donde debían efectuar las experiencias. Odette, por su parte, tardó mucho en aparecer, y entretanto el director del centro pronunció una conferencia, por cierto bastante interesante, sobre el ectoplasma. Al terminar su disertación hizo la presentación de la médium.

En el auditorio reinaba un impresionante silencio, presentándose finalmente una niña de 11 años de rostro infantil y tez pálida.
La sesión se inició con los rezos y las habituales evocaciones, y a continuación la médium entró en estado de trance. Frente a ella estaba dispuesta una surtida caja de pinturas y un lienzo. Tomó un pincel y sin dibujo previo comenzó a pintar un paisaje al revés, o sea invertido. En ello empleó casi una hora. Al término de su labor artística salió del trance. Todos los asistentes pudimos admirar un hermoso cuadro. Tanto la perspectiva como el colorido eran perfectos. A continuación se repartieron unos folletos editados por la institución y que relataban la vida de Odette.

Había nacido en Bretaña. Era la menor de una familia de seis hermanos. Su hermano mayor descolló como un gran pintor y hacía cuatro años que había desencarnado, según la expresión propia de los espiritistas al calificar la muerte física. Se posesionaba de su hermana y a través de ella pintaba el cuadro.

En el folleto en cuestión se incluía una serie de testimonios de prestigiosos científicos que certificaban la realidad del fenómeno medianímico.
Este fenómeno me dio mucho que pensar, por mi parte, y a fin de cuentas no había otra opción que aceptar la comunicación con el ‘‘más allá’’ a través de los vehículos extrasensoriales de Odette.

Por aquellos días un amigo me informó sobre un famoso curandero que, según indicios, lo curaba todo. Decidí hacerle una visita. Me informaron que no cobraba por las consultas.


LOS AVANCES DE LA CIENCIA NO HAN LOGRADO AUN COMPRENDER LOS PRINCIPIOS BASICOS DE LA MEMORIA


Concebía que era de gran interés poder presenciar y conocer el tipo de terapéutica utilizado. Viajé a Orleans. En esta ciudad tomé un autobús que me trasladó al lugar, distante unos cuatro kilómetros de allí, y que resultó ser una simple agrupación de tres casas que no llegaban a constituir una aldea. Durante el transcurso del viaje me inventé estar afecto de una enfermedad imaginaria, y se me ocurrió el reumatismo.

Toda la casa donde se domiciliaba el curandero daba la impresión de una extrema pobreza. Me recibió una mujer ya entrada en años. Seguidamente me invitó a pasar a una pequeña sala, adornada con cuadros y estampas religiosas, con el fondo ocupado por una mesa con tres sillas y un crucifijo. Pidió que me sentara y a los pocos minutos apareció Gastón, el curandero. Era un hombre corpulento y de baja estatura. Sus ojos eran pequeños pero despedían una especial brillantez muy ostensible.
Se sentó frente a mí y me preguntó qué mal me aquejaba. Le dije que sentía fuertes dolores en las extremidades inferiores y él me contestó que esto era reuma.
Sacó del bolsillo un libro bastante deteriorado y sucio, y acto seguido encendió una vela y empezó a rezar.

Seguía con mucha atención todos sus movimientos. El rostro del hombre era impasible, y estaba absorto en lo que hacía. Los rezos duraron varios minutos. Al terminarlos llamó a Teresa, que resultó ser la misma mujer que me había recibido, ordenándole que trajera una de las botellas azules. Aprisionó la botella con las dos manos y volvió a concentrarse, mientras balbuceaba algunas frases que no logré entender.

Al finalizar me entregó la botella y me indicó que debía tomar un vaso del líquido que contenía. Me hizo observar de que la botella debía colocarla al aire libre. En un lugar cercano a la salida había depositado un plato colocado sobre un banco y con algunos francos diseminados, comprendí que allí debía depositar mi donación y así lo hice. A mi regreso a París probé el agua, la cual tenía un sabor ácido y un tanto dulce.

En este caso de Gastón, era significativo el ritual que empleaba, puesto que tenía la propiedad de crear en el paciente un estado de expectativa y que constituía el preludio de un estado de sugestión indirecta.

La consigna indicativa de los siete días tiene, por su parte, un significado esotérico. Este número era considerado como enigmático en todas las enfermedades y se configura con los cuatro puntos cardinales, con el cénit y el nadir juntamente con la posición del observador. Son también siete los planetas fundamentales del sistema solar, recordando que cada planeta gobierna un día de la semana.

No hay lugar a dudas de que en este tipo de curaciones supuestamente prodigiosas, la fe es el primer elemento condicionante.
Gastón la sabía manejar y creaba un clima religioso alrededor del paciente. El consiguiente proceso autosugestivo haría el resto.
Después visité algunos de los más afamados curanderos. El objetivo primordial de todos ellos consistía en utilizar diversos procedimientos para crear la necesaria actitud de fe en los enfermos.

Como elementos condicionantes se servían de anillos confeccionados con diversos metales, pulseras y cinturones ceñidos justamente en la piel del paciente.
Los enfermos acudían por millares en búsqueda de la curación o alivio de sus males y dolencias. Quienes asistían con la firme convicción de ser curados tenía lugar la creación del consiguiente proceso mental para movilizar las fuerzas de recuperación que todos poseemos potencialmente. En consecuencia, el mágico secreto resulta que es la fe.

En todas las épocas de la humanidad tales curaciones extraordinarias han tenido efecto en los santuarios y centros inicáticos, desde el Ganges en la India, pasando por Lourdes y hasta llegar a Fátima, sin omitir a Mesmer con sus desusados procedimientos magnéticos. Todavía anterior a Mesmer estuvo el célebre padre Gassner. Este, al igual que Mesmer, sin conocer previamente las reales posibilidades de la sugestión y la hipnosis, con un crucifijo en las manos logró sorprendentes curaciones que en aquellos tiempos fueron consideradas como milagrosas.

Mucho más reciente está el caso de Schlatter, de Estados Unidos, quien aseguraba estar enviado a la tierra por el mismo Padre celestial. Descalzo y ataviado con una túnica y larga barba, curaba con sólo imponer sus manos sobre el paciente.

Hace unos años, en Estados Unidos, un grupo de profesionales de la medicina decidió investigar estas curaciones obtenidas por la fe. La evidencia de que una fuerte actitud de fe, a través del nivel del subconsciente, moviliza un tipo de energía todavía desconocida, y que tiene la propiedad de activar las fuerzas curativas del enfermo, fue una tesis aceptada por todos.

La mente humana, cuando está movilizada por la fe y dirigida convenientemente, es capaz de controlar y hasta de eliminar muchas enfermedades orgánicas y restablecer el equilibrio psicofísico general.

Había terminado la guerra civil española. Con ocasión de un paseo por las Ramblas barcelonesas alguien me llamó por mi nombre. Resultó ser un hombre alto y muy obeso, el cual me dijo: ‘‘Soy R. y estudiamos juntos en los Salesianos de Sarriá’’. Entonces me acordé de él en el acto. Nos saludamos efusivamente y me contó que era médico. Estuvo movilizado durante la guerra y ahora estaba tratando de organizarse y afianzar su carrera profesional.

Al regreso de uno de mis viajes recibí su visita. Me comunicó que había estado ejerciendo en un pequeño pueblo de Gerona. Observé que estaba muy angustiado. Tenía tres hijos y se encontraba en mala situación económica. Le ayudé en lo que buenamente pude según mis posibilidades. Era un hombre adiposo y casi calvo, y debíase admitir que para el ejercicio de su profesión, su apariencia física no era demasiado favorecedora. Volvió a visitarme al cabo de unos meses y me hizo saber que era padre de otro hijo. Le felicité por ello, pero en realidad su situación era cada día peor. Esto me causó mucha pena. Sabía que era estudioso y buen profesional.
Me pidió consejo, insinuándole que se derivara hacia alguna especialidad, o que se dedicara a la medicina natural. Me confesó que desconocía esta especialidad. Finalmente le aconsejé que abriera un consultorio obrando como un simple curandero. Al pronto se horrorizó de este proyecto. No cabía la menor duda de que mantenía un gran concepto de la ética profesional.


Otro día se presentó ante mí en situación desesperada. Sus hijos carecían de lo más necesario y me dijo que estaba dispuesto a cualquier cosa.
Yo conocía a una señora que alquilaba habitaciones en un barrio populoso de la ciudad. La llamé y alquilé dos habitaciones, que ofrecí a mi amigo el médico. Este comenzó a recibir enfermos. Para realizar la consulta se instalaba detrás de un parabán, ya que lo importante era que el enfermo no lo viese. Hacía el diagnóstico correspondiente y recetaba un placebo. Los enfermos a menudo, curaban. Su fama se extendió por todo el barrio. Como es de suponer, no tardó en sobrevenir la correspondiente denuncia.
En cierta ocasión, mientras recibía a un enfermo, se presentó la policía. El hombre no se sorprendió de ello, pero momentáneamente quedó detenido por ejercicio ilegal de la medicina. Acto seguido abrió un cajón y exhibió su flamante título de médico. Los policías quedaron lógicamente desconcertados. Pero sí les recalcó: ‘‘Cuando mi título colgaba de la puerta y bien visible, me moría prácticamente de hambre’’.

El dinero que ganó en este tiempo lo invirtió en la instalación de una granja. A partir de entonces no supe más de él, pero hace unos años recibí la visita de su esposa para comunicarme la triste nueva de que mi amigo había fallecido. Que en paz descanse.



LA PREGUNTA DEL HOMBRE: ¿QUIEN SOY YO? ¿DE DONDE VENGO? ¿A DONDE VOY?


El hombre es un misterio. Recordemos que incluso los actos comunes de nuestra vida cotidiana los aceptamos sin darnos cuenta del tremendo misterio que encierran.
Sabemos, por ejemplo, que las funciones de la visión y la audición nos proporcionan los datos necesarios para que el cerebro entre en acción; sin embargo, todo el conjunto de percepciones humanas actúan intrínsecamente de un modo desconocido.

Durante los últimos años se han logrado grandes progresos en el conocimiento de estas complicadas funciones cerebrales, pero pese a los avances de la ciencia, todavía no se ha logrado comprender los principios básicos de la memoria.

En estos complicados procesos psicobiológicos, dados como respuesta a los impulsos nerviosos que nos proporciona la información codificada, tiene lugar la intervención de millones de células. Esta maravilla procesiva es quien certifica nuestra grandeza y confirma nuestra superioridad sobre los demás seres vivientes. Por otra parte, los científicos están de acuerdo en que cada uno de los procesos mentales conlleva su correspondiente respuesta somática.

La función de la mente, a través de las percepciones, crea la memoria, la imaginación, las emociones, las actividades artísticas y toda una extensa gama de actividades. Al comprender mejor el funcionamiento de la mente, comenzamos a aceptar el importante papel que cumple en relación con la conducta humana.

Si nos remontamos al pasado, vemos como millares de sectas y doctrinas religiosas fueron creadas con el fin de poner freno a la conducta humana, proporcionarnos seguridad y estimular la fe en nuestro destino. Por desgracia, no estamos en condiciones de poder afirmar que hayan logrado este propósito.

Frente a este panorama histórico, debemos descubrir las causas de la actual situación del hombre a la problemática existencial de hoy. Vemos cómo la humanidad ha perdido la fe y el verdadero sentido de la existencia. Los adolescentes muestran múltiples síntomas de esta orientación negativa y regresiva, siendo uno de ellos el existencialismo, y otro no menos alarmante es el de la necesidad de los viajes imaginarios con el uso de los alucinógenos.

Y resulta innegable que la solución a los problemas que hoy amenazan a la humanidad hay que buscarla a través del control de la mente, descubriendo nuestro yo interno y teniendo conciencia de la calidad de los diferentes procesos mentales.

(Continuará en el próximo número)

 

PROFESOR FASSMAN




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