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HEMEROTECA- Tomo II
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JUNIO 1974 – Año III – Núm. 19

 

TANTRISMO

EL MISTICISMO TANTRICO DE MILAREPA

 
 

El nombre de Fetsun Milarepa no aparece incluso en las más recientes antologías místicas. Se argüía, no sin razón que también faltan otros nombres que podrían ser considerados místicos, pero en el caso de Milarepa se reúnen dos factores que le confieren una importancia especial: está considerado como el yogi más extraordinario del Tíbet y es el máximo exponente de las doctrinas tántricas. Milarepa nació en el año 1052 y falleció en 1135. Durante su juventud y debido a las injusticias que sufrieron su madre y su hermana se dedicó al estudio de la magia negra con el fin de vengar los atropellos de que habían sido víctimas. Su formación dentro de las Ciencias Ocultas fue esencialmente el yoga tántrico, y el conocimiento de la energía vital que desarrolló durante este período había de ser decisivo para su futura etapa mística. Después de realizar estudios ocultistas bajo la égida del Lama Yungtun-Trogyal, éste mandó a Milarepa a un médico tántrico llamado Khulung-Yonton-Gyatso, quien, a su vez, le aconsejó que ampliase sus enseñanzas con ‘‘un discípulo de Naropa’’. Este discípulo era Marpa, llamado ‘‘Traductor’’ por sus traducciones y difusión de las doctrinas tántricas que había estudiado en la India. Marpa poseía unos grandes conocimientos de estas doctrinas, incluso tenía en su poder textos secretos, y con él como guía espiritual Milarepa se consagró por entero a la meditación y meditación mística. Durante su período de magia negra Milarepa también meditó pero fue más bien una concentración para definir de una manera concreta y real sus deseos de venganza. Una vez conseguida la visualización del objeto o persona que deseaba atacar ‘‘materializaba’’ la energía despertada en su cuerpo en forma de tormentas o monstruos. Esta energía servía para una manifestación externa, para una creación de fenómenos físicos y cuando, al cabo de varios años, Milarepa decidió purgar todos los males causados y encontró a Marpa éste elogió sus poderes, básicamente su energía, que fueron encaminados a partir de entonces a despertar el Poder de la Serpiente, a llegar a la Iluminación.


Aquí se pone de manifiesto la dualidad de ‘‘prana’’ (fuerza vital).
Primero Milarepa la usó de manera negativa, externa, activa, y a partir de ahora la utilizará de forma positiva, interna, pasiva, y esta misma dualidad le permitirá llegar al equilibrio de la misma energía. Todas las escuelas de tantrismo, ya sea hindú o budista, consideran al Universo (Macrocosmos) y al Hombre (Microcosmos) como componentes con dos aspectos opuestos: hombre y mujer, luz y sombra, pasivo y activo, y creen que un estado de dualidad es el origen del dolor y del sufrimiento. Por lo tanto, toda práctica religiosa tántrica debe ser encaminada hacia una liberación de esta dualidad y un retorno a un estado en que estos dos principios opuestos se fusionan en una Unidad Absoluta, indiferenciada.


‘‘En las doctrinas hindúes y budistas sobre los Centros Psíquicos (chakras) su base fisiológica es fundamentalmente la misma, pero existen unas diferencias técnicas importantes. El sistema hindú subraya más el aspecto estático de los chakras y sus conexiones con la Naturaleza Elemental, y los identifica con los elementos y fuerzas primordiales del Universo. Sin embargo, la doctrina budista hace hincapié en lo que ‘‘pasa’’ a través de los centros, en sus funciones dinámicas, es decir, en la transformación de la corriente de energía cósmica o natural en potencialidad espiritual’’ (1).


El tantrismo hindú considera al elemento masculino como la parte negativa (activa y positiva en la budista), bajo el nombre de Shiva, y al factor femenino como principio activo, Shakti. El primero es localizado en el Chakra Sahasrara, en la coronilla de la cabeza y el segundo en el perineo, en la base de la columna vertebral, el Chakra Muladhara. La liberación de la dualidad se consigue ‘‘desenroscando’’ la serpiente (Kundalini) que simboliza a Shakti y pasando por los cinco chakras restantes (Svadhisthana, Manipura, Anahata, Visuddha y Ajna o ‘‘Tercer Ojo’’) llega a unirse con Shiva.


El celibato, los castigos físicos, el ascetismo religioso, en general, también activa o transmuta esta energía, pero es indiscutible que el uso de la misma por parte de los yogis y místicos orientales, un uso plenamente consciente, prepara el cuerpo y la mente para llegar a la iluminación. El occidental la considerará una ‘‘gracia’’, el oriental la forjará por sí mismo, sus ansias de ‘‘unidad’’ le impulsaran a una vida retirada, buscará los medios para conseguirlo y transformará su cuerpo en un Universo y no solamente encontrará a su Dios en él sino que se transformará en él… La dualidad ha desaparecido. Rechung, discípulo de Milarepa, dice lo siguiente en la biografía del yogi tibetano: ‘‘Milarepa eliminó la ilusión de la Dualidad sumergiendo todas sus ideas y conceptos en la Causa Primera (la ‘‘Mente Primordial’’) (2). Al mismo tiempo, todo este proceso físico para penetrar en una dimensión mística, otorga un nuevo valor al cuerpo humano, haciendo de él un medio para superar la realidad material. La carne ha sido siempre subestimada en la historia de la religión occidental, ha sido incluso considerada como un obstáculo. Para un oriental el cuerpo es el enlace entre cielo y tierra (el carácter chino que significa rey, consta de cuatro trazos: el superior representa el cielo, el intermedio el hombre, el tercero la tierra y el cuarto, vertical y que une los tres primeros trazos que son horizontales, significa ‘‘por mediación de’’; es decir, el rey es el hombre que está entre el cielo y la tierra y los comunica entre sí).
Por estos motivos la experiencia consciente del cuerpo es de gran importancia para el yogi y también para cualquiera que quiera penetrar en el camino de la meditación. No obstante, el cuerpo debe ser sensibilizado a través de la espiritualización de la energía. Y Milarepa la desarrolló en todos los aspectos: para poder subsistir en cuevas situadas en altas altitudes, para sobrevivir en una naturaleza hostil, donde pudiera usar su cuerpo de manera absoluta, descubriendo una a una todas las partículas de su fuerza vital acumulada, y se apartó del mundo para que ni una sola de estas moléculas fuese gastada en algo ajeno a su meditación, a su ascenso a un nivel trascendental y llegar, no al olvido de sí mismo, no, al Conocimiento de sí mismo, llegar al origen, volver a la Matriz y permanecer allí viviendo inmerso en la pura abstracción de la Vida.


Su maestro, Marpa, le insta a dominar la técnica del Calor Vital. Es decir, mediante unos ejercicios respiratorios muy especiales el iniciado consigue generar calor de su propio cuerpo, y esta técnica, Tum-mo, es básica para todos los ascetas hindúes y tibetanos. En cierto momento Marpa elogia el hecho de que Milarepa haya estado meditando durante once meses sin que su ‘‘almohadón de meditación’’ (almohadilla donde se sienta el yogi) se haya enfriado; al dominar esta técnica Milarepa abandonará a su Maestro y partirá a las montañas. Antes de su marcha Marpa le entregará un manuscrito, el Drong-Jug, el cual versa sobre yoga. Este tratado se refiere a la transferencia del principio consciente de un cuerpo a otro, lo cual explica la posesión de un cuerpo por la energía de otro y es la base fundamental de la metempsicosis.


Ya en las puertas de su muerte física, sus discípulos le piden que practique un ceremonial tántrico para que alargue su existencia humana, pero Milarepa les ruega que nunca hagan uso de un rito tántrico para obtener un beneficio material.
El mejor epitafio para un místico como Milarepa serían sus propias palabras: ‘‘…Yo sólo sé meditar…’’.


 

J. ESCURRIOLA

 

 

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